jueves, 10 de abril de 2014

Feminidad, danza oriental y embarazo



Las mujeres debemos ir con cuidado. No nos quieren poderosas y, mucho menos, unidas. Es así como los invisibles hilos del poder tiran de las marionetas que no cesan de debilitarnos. Nos sentimos solas, nuestra autoestima anda por los suelos, nunca alcanzamos a lo largo del día todo lo que nos habíamos planteado hacer. No nos sentimos suficientemente buenas (añádenle: amantes, madres, amas de casa, trabajadoras, etc.) y encima, en vez de escuchar nuestra profunda voz interior, llena de la sabiduría femenina de hace siglos, nos volvemos esclavas de las opiniones de los demás. Andamos todo el día comparándonos con otras mujeres (reales o photoshopeadas) en vez de reconocer y admirar la singularidad y belleza única de cada persona.

Por suerte, cada vez más, muchas mujeres emprenden el regreso a ellas mismas a través de la danza, el arte o la espiritualidad y reconocen en su interior esa voz sabia. Pero el menosprecio a la feminidad sigue calando en casi todos los ámbitos de la vida. Es hora de recuperar y venerar nuestros cuerpos como templos sagrados. Nosotras tenemos el poder y el deber de respetarnos y hacernos respetar, amarnos y dar nuestro amor incondicional. Debemos exigir respeto a nuestra naturaleza cíclica y Tiempo (en mayúsculas), que no es otra cosa sino ese mismo respeto que los seres humanos deberían sentir hacia la Tierra. Esa es la revolución que está por llegar y la única esperanza que nos queda.

Lo mismo pasa con el milagro de la Vida y el nacimiento. Las que hemos decidido ser madres nos hemos encontrado con una medicalización excesiva y un trato frío y distante que no nos ayuda mucho a confiar en nuestra capacidad para parir. Siempre recordaré la cara que puso el ginecólogo cuando, embarazada de 5 semanas, le pregunté si podía seguir bailando danza oriental. Me dijo tan sólo que de momento no, que eso era como agitar un tiesto con semilla recién plantada. El hombre seguramente tenía razón pero nunca me dijo que cuando la semilla tuviera sus raíces (hacia los tres meses) la danza oriental sería la mejor compañera del embarazo junto con los ejercicios en el agua y de yoga. Claro, si me hubiera tocado él, después de diagnosticarme preclamsia, mi parto provocado hubiera acabado en cesárea inmediata. Por suerte no fue así, gracias a la ginecóloga que finalmente me atendió. Mi parto no se pareció para nada a estos partos orgásmicos en el agua que tanto anhelaba y, sí, pedí la epidural. Pero estoy segura que fueron la grata compañía de mi pareja y el embarazo danzarín acuático los que permitieron dilatarme suficiente para que mi pequeño gran bebé saliera (con mucha ayuda) por mi vagina.


Cada experiencia es única y creo que sólo puedo recomendar a las futuras mamás que cuiden su alimentación y, si no tienen ninguna contraindicación médica, a partir del tercer mes bailen si eso las hace felices. También conviene suavizar los movimientos y dejar los shimmys y vibraciones para el momento expulsivo del parto, ya que podrían provocar contracciones. Bailar embarazada es una experiencia hermosa, ya que te conecta con tu cuerpo cambiante y es una canal de comunicación muy especial con tu bebé y útero. Y si se tiene la oportunidad, compartir la danza con otras mujeres embarazadas es muy bello.

(Para clases en Ibiza consultad la Agenda pues María imparte una clase para futuras mamás en Sta. Eularia los lunes).

Quería aprovechar este post para compartir con vosotras un gran documental sobre embarazo y danza oriental que descubrí gracias a la revista Añil. Allí podeis profundizar con todos los beneficios que tiene la danza oriental en el embarazo. Con todo su cariño Nereida se despide de sus hermanas:









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